- Me mudo, papá -me dijo Carolina, muy seria, por teléfono.
- ¿Eh? -definitivamente me había agarrado con la guardia baja.
- Ayer se mudó Marcelo acá y no me lo banco, papá, me voy a vivir con vos.
- Bueno, dale -respondí, disfrutando del pequeño triunfo.
- ¿Me venís a buscar?
- Dale... En un rato voy. Dame un rato, que hago un par de llamados -quería hablar con mi abogado, por supuesto- y mientras, le pido a Mili que te haga lugar en el placard.
- ¡Ah, no! -exclamó mi hija.
- ¿No qué?
- Que con Mili no.
- ¿Que con Mili no qué cosa, hija? ¡No te entiendo!
- Que yo me quiero ir a vivir con vos, no con esa. Ni loca.
- ¿Y qué pretendés que haga, Caro? Por ahora, Milagros vive acá. Y punto.
- Sacátela de encima, no la quiero ver nunca más, papá.
- Mirá, hija... Eso no va a suceder. Soy grande y tomo mis propias decisiones. En todo caso, decile a tu madre que...
Nunca terminé la frase.
Me cortó.