221 - Houston, we have a problem

Mili no consigue trabajo. Compramos el Clarín todos los días. Se suscribió a todos los sitios de internet especializados en esto. Llenamos fichas en bolsas de trabajo de todos los tamaños, formas y colores.

Pero no consigue. Tiene tres o cuatro entrevistas por semana -mayoritariamente call centers y puestos de secretaria- pero es todo histeriqueo de recursos humanos. Muchas de las compañías locales dedicadas a outsourcing están en pleno proceso de achique, afectadas aún por la crisis norteamericana (donde están gran parte de sus clientes) y ya no se reclutan los ejércitos de telemarketers que solían contratarse hace tan sólo un año.

El mercado laboral porteño se cae a pedazos. Odio tener que admitirlo, pero durante el gobierno pasado del Pingüino K, era razonablemente fácil conseguir empleo en esta ciudad. No, buenos empleos no, pero al menos un trabajo que sirviera para mantener la nariz apenas por encima de la línea de indigencia. Laburos precarios, pero al menos algo.

Hoy ya no. Para cada puesto de telefonista en un call center pedorro hay cien candidatas. Demasiada competencia en un mercado contraído y Mili, con los clasificados en la cartera, que sigue dando vueltas sin conseguir nada.

Hace unas semanas, consiguió trabajo como asistente en un estudio contable en el microcentro. La frase de bienvenida de su flamante jefe fue: "la chica que estaba antes, al menos estaba buena". Duró cuatro días. En el día número tres el contador le dijo que era fea y tenía mal gusto para vestir. El cuarto día le pagó el escasísimo tiempo que pasó en la oficina y la dejó nuevamente en la calle. Y llorando. Pablo se encargó de que yo no vaya a buscar al tipo con un bate de baseball y de darle intervención al INADI en el tema. Igual, nada cambia: Mili sigue sin trabajo.

En un intento más o menos desesperado por poner las cosas en orden, le he empezado a encargar a mi novia algunas tareas menores que tienen que ver con mi trabajo independiente: hacer cobranzas y depósitos, procesar algún material, mantenerme los papeles ordenados. Le pago lo que puedo, que no es mucho, pero al menos la mantiene relativamente entretenida mientras continúa su gira por las entrevistas inconducentes, con los clasificados marcados con resaltador violeta.

Pero lo más problemático de todo esto es que el trabajo -en realidad, su falta- se ha empezado a infiltrar en nuestra relación. Es una chica independiente, que sabe valerse por sí misma, y no le gusta un carajo la idea de ser una mantenida. Ni siquiera en un caso como este, que podría catalogar como una "emergencia" sin dudarlo un segundo.

Hemos tenido un par de discusiones bastante agrias al respecto.

- Y bueno, Mili -le he llegado a decir, tratando absurdamente de convencerla, o más bien de intimidarla- es esto o volverte a Mar del Plata.
- Y bueno, Esteban - me contestó - por ahí debería volverme.

Encima, las confrontaciones permanentes con Carolina no ayudan en lo más mínimo.