- ¿Qué mirás, tarado? - me dijo, cuando se dio cuenta de que la estaba observando.
- Tus ojos - dudé por un segundo, sobre todo porque en realidad le estaba mirando las tetas - Son absolutamente hermosos.
- Ay, por favor, no seas cursi - me escupió en la cara, para luego darme la espalda y continuar la conversación con alguien más, que evidentemente le parecía mucho más interesante.
Así conocí a Vanina, a la que cariñosamente acabaría llamando "sporty spice", profesora de aerobics y portadora de un lomo infartante, en el cumpleaños de mi amigo Guille. Era amiga de una amiga de una prima de alguien y estaba en la fiesta completamente de casualidad, arrastrada por esos exóticos seis grados de separación que hacen que uno conozca gente que, quizás, no debería.
Su embestida había herido mi orgullo, por lo que reagrupé y fui a la carga nuevamente.
- Mejor si me das la espalda - le susurré por encima del hombro
- ¿Eh? - giró el cuello y me miró a los ojos, furiosa
- Porque tus ojos son divinos, pero tu culo es, definitivamente, una obra de arte, la perfección más absoluta.
Dejó salir una risita casi aniñada y se sonrojó violentamente. "Uno a Cero", me dije a mi mismo. La había hecho reír. Además -eso lo sabría mucho tiempo después- le había elogiado una de las partes de su anatomía que más se había esforzado, a lo largo de los años, en esculpir a fuerza de spinning, step, aeróbica y bicicleta. "Igual sos más cursi que un tema de Manzanero", me apuñalaron sus palabras. Pero había logrado superar la primera barrera y la charla continuó sobre temas triviales.
Se acercaba el final de la fiesta -ese momento en que las botellas empiezan a vaciarse y los invitados buscan excusas inverosímiles para irse- cuando decidí que era hora de un último ataque feroz:
- ¿Y si te invito a cenar? - propuse.
- Ay... dejame adivinar... ¿En un restaurant en Palermo Hollywood?
- Sí, podría ser.
- ¿Cocina gourmet, de autor, con un ligero pero sutil toque afrodisíaco?
- Si a vos te parece bien...
- ¿En un lugar hiper íntimo, muy bien atendido, con excelente decoración y luz de velitas?
- Por supuesto.
- ¿Me vas a pasar a buscar y me vas a comprar flores?
- Dale...
- ¡Ves que sos el colmo de la cursilería!
Esta vez me tocó ponerme colorado a mí, por la bronca de haberme dejado engatusar de esa manera, de haber entrado en el juego.
Tres días después, me pasó a buscar ella a mí. Con su auto. Manejando ella. Me llevó a comer a un lugar del centro cuya existencia desconocía, donde hacían pizza cuadrada -pidió una con pollo y crema arriba, juro que jamás se me hubiera ocurrido- y la música electrónica estaba a un decibel de estar demasiado fuerte.
Demasiado fuerte.
Como Vanina.