Me crucé por la calle con Virginia, la hermana de Valeria. Mi ex cuñada. Veníamos por veredas opuestas, así que no la vi. Pero ella se encargó de llamar mi atención a los gritos en pleno microcentro. Cruzó la calle gambeteando un colectivo de una forma casi suicida y me abrazó al grito de "cómoestástantotiempooo".
La saludé con la mayor cortesía que mi apuro me permitió y, dado que no había tenido tiempo de contarle qué era de mi vida, insistió en que nos juntáramos "cualquier día de estos, a tomar un cafecito, y nos ponemos al día", dijo sin dejar nunca de sonreír.
Me dejó una tarjeta personal, recalcando al menos tres veces que ahí figuraban su email y celular actualizados, que la contactara cuando quisiera.
Se despidió con una frase de lo más extraña:
"Estás lindo, guachito, ahora que ya no somos parientes..."