"Vos sabés cómo es tu hija Natalia... Ella, sin su bendito oso, no duerme. Te llamé al departamento y no te encontré, así que agarré el juego de llaves que le diste a Martín y me pegué una pasadita para buscar el peluche, así la nena no me rompía más"
En estos amables términos y con una de esas sonrisas que se adivinan hasta por teléfono, Valeria resolvió el misterio del oso desaparecido.
Y yo no dije nada. Pero se me ocurrió que el latiguillo de "hablalo con mi abogado" podría cambiar:
"Hablalo con mi CERRAJERO"
Nunca más, nadie -ni mis hijos- volverá a tener llave de mi bulo.