Al principio, pensé que era todo culpa de Sauron. Que el muy hijo de puta se había comido el oso de mi hija. Hasta que, un par de días después, la nena apareció en casa con su osito bajo el brazo.
- Natu: ¿De dónde salió el oso? - pregunté, desconcertado.
- De caza de mamá - respondió con naturalidad.
- ¿Caro? ¿Tincho? ¿Alguno de ustedes sabe algo de esto? - inquirí.
A duras penas recibí un movimiento lateral de cabezas que indicaba, más que una negativa, un legítimo desinterés en el tema. "Debo estar loco", pensé. Porque yo estaba seguro de que el oso había quedado olvidado en casa. ¡Si hasta dudé del perro!
Entonces se me ocurrió una idea tan inusual como estúpida. Pero que, como la mayoría de las teorías descabelladas, merece ser probada.
- Hola, Valeria - dije al teléfono - Sabés que tengo una duda terrible... Yo juraría que Natalia se había olvidado su osito de peluche acá. Después no lo encontré más y creí que se lo había comido el perro. Pero ahora la enana apareció con el oso bajo el brazo ¿Tenés idea de qué pasó?
- Ah, sí... es una boludez - respondió risueña - Yo te explico...