Juro que nunca había salido con una mina tan aburrida como Viviana. Y eso que yo no soy exactamente el rey de la joda, no soy un hombre de la noche. Pero disfruto del cine, del teatro, de un concierto, de una buena cena, de una caminata a la luz de la luna, de un asado con amigos, de una escapada de fin de semana. Pero con pocas personas me he embolado tanto como con Vivi.
Su falta de iniciativa era exasperante. Cada vez que intentaba planificar algo para hacer juntos, todos los diálogos iban indefectiblemente al mismo lugar:
- Che... ¿Hacemos algo el fin de semana? - siempre era yo el que abría el juego.
- Eh... msé, podría ser... - nunca mostraba demasiada convicción.
- ¿Te parece si vamos al cine?
- Eh... msé, podría ser...
- Ojo, si no, también podemos ir a algún lugar lindo a comer.
- Eh... msé, podría ser...
- O al teatro - seguía yo, arriesgando, ante el poco entusiasmo de mi compañera
- Eh... msé, podría ser...
En nuestra tercera cita, un poco cansado de disponer de todos los planes, a falta de colaboración de la dama en cuestión, disparé a mansalva una propuesta inesperada:
- ¿Y si vamos al telo? - dije con la más completa naturalidad, en mitad de la cena.
- Eh... msé, podría ser...