226 - Hacia un sano ejercicio de la abuelitud

Por alguna razón que no logro comprender, las familias de las mujeres tienden a ser absorbentes y acaparadoras. En la generalidad de los casos -lo que no significa que no haya excepciones- cuando un hombre se casa es automáticamente "adoptado" por la familia de su esposa, quienes obtienen automáticamente mayor atención y tiempo dedicado.

Por supuesto -como un perejil- en su momento me dejé llevar por la manada, yo también caí en el clásico "síndrome de adopción". La consecuencia más inmediata de esto fue que mis hijos tuvieran muy poco contacto con su abuela paterna.

Hasta que un buen día, me separé. Económicamente jodido y sobrecargado de trabajo, tuve que echar mano de toda la ayuda posible y, en consecuencia, un par de veces a la semana, mi mamá acabó por cuidar de mis hijos.

Mamá está agotada. Claro, no tiene práctica, hace mucho que no cuida chicos. Pero, sin embargo, está feliz en su agotamiento. Feliz de disfrutar las risas y los juegos, los llantos y las meriendas con Nesquick, las horas de irse a dormir y los desayunos.

Por primera vez, la vieja está haciendo un sano ejercicio de su abuelitud.

Y la está pasando bomba.