- ¡Callate, que vos no sos mi mamá! - escuché a Carolina, a los gritos.
- ¿Pero se puede saber qué pasa acá? - intervine.
- Que me retó - dijo mi hija, haciendo pucherito y señalando a Mili.
- ¿Qué pasó, amor? - pregunté con la mejor sonrisa de la que fui capaz.
- Pasó que quería sacar algo, no sé qué, de aquel estante - explicó mi chica, señalando un estante altísimo - y había apilado una silla arriba de la otra, se estaba subiendo...
- Y vos le dijiste que se baje ¿Verdad? - intervine.
- ¡Y ella no me puede dar órdenes, porque no es ni mi mamá, ni mi tía, ni nada! ¡Ella no es nadie! - Caro empezaba a ponerse colorada.
- Ella sí es alguien - me puse firme.
- Seh... Es la noviecita de papá - respondió, sacándome la lengua.
- Mirá, nena - la fulminé con la mirada - sea o no la "noviecita" de papá, Milagros es un adulto
- ¿Y?
- Y vos sos una pendeja insolente, que te estás jugando la vida trepándote a una torre de Pisa que armaste con mis muebles.
- ¿Y?
- Y que si Milagros, el portero, la Policía Federal o cualquier ser más o menos humano que mida más de un metro cincuenta te da una orden, vos obedecés, y punto.
- Pero...
- ¡Pero nada, carajo! - había logrado sacarme.
- ¡Así no se puede vivir! - me gritó, y se encerró a llorar en el baño.
Desde que Mili y Carolina tropezaron la una con la otra han tenido más enfrentamientos que Israel y Palestina. El mentado "vos no sos mi mamá" lo he escuchado demasiadas veces en demasiados pocos días. Mili pone buena voluntad, trata de no ser invasiva, trata de no ocupar un rol que -sabe- no le corresponde. Pero no puede evitar comportarse como un adulto y, si ve a un chico mandándose una cagada monumental, llamarle la atención. Carolina, por su parte, no hace ni el más mínimo esfuerzo para congeniar. Y tampoco puede evitar comportarse como una nena de nueve años.
Jorge tiene una teoría un tanto particular al respecto: "Esto es así... Caro te admira, sos su héroe. Lo que vos hagas, para ella está bien. El tema es que, aunque a Valeria se le haya escapado la tortuga, sigue siendo su mamá y la ama, es normal. Y vos, sin embargo, elegiste a Milagros por sobre Valeria. ¿Entendés la dicotomía, adentro de la cabecita de la propia nena? Ella se siente 'obligada' a querer a Mili, porque vos la querés... ¡Pero eso desplaza a su propia madre!". Exageradamente psicoanalítico, no me pareció, sin embargo, del todo descabellado.
Martín, por su parte, tiene una explicación bastante más sencilla: "dejalas, papá... son minas".
Y yo, en el medio, hago lo mejor que puedo. Sólo que, quizás, algunas veces me olvido que tengo de un lado a una damita lidiando con el exilio y los mambos heredados de su nuevo novio y, del otro, a otra damita, lidiando con el hecho de que papá tiene una nueva novia.