195 - Encuentros cercanos del tercer tío

Llegué a Mar del Plata de noche, con la última gota de nafta y el sabor amargo de haber discutido violentamente con Valeria, en la puerta de la casa de su "amiga" en Cariló, que no era otra que su novio, quien al menos tuvo el buen gusto de dejarnos pelear en paz, sin intentar hacerse el héroe. Lo cual, conociendo a Valeria, seguramente le debe haber costado alguna represalia.

Pero, ante todo llegué con unas ganas desesperantes de abrazar a Mili, de sentir la seguridad de que todo iba a estar bien. Y de clavarme un grosero lenguado a la crema.

Pasé a buscarla por la casa y nos fuimos al puerto a comer pescado. Nunca voy a tener del todo claro cuál de todos los boliches del puerto marplatense es mi favorito: son todos más o menos iguales. En temporada, las chicas -y, a veces, señoras entradas en años- te acosan con volantes y discursitos repetitivos que te invitan a pasar y degustar sus manjares "a los mejores precios de todo Mar del Plata". Adentro abundan la decoración pseudonáutica, los mozos con moñito y las cartas con los precios corregidos, temporada tras temporada tras temporada.

Sin embargo, la verdadera sorpresa de la noche me esperaba afuera, cuando decidimos hacer nuestra romántica caminata por la banquina de pescadores. En mitad de la semioscuridad, alguien gritó mi nombre. No reconocí la voz masculina que me saludaba. Miré en dirección al lugar de donde provenía -la cubierta de un pesquerito anaranjado- y no reconocí tampoco al hombre que hacía ampulosos gestos con los brazos e intentaba, a las apuradas y a riesgo de irse al agua, bajarse para saludarme.

Cuando lo tuve más cerca y a la luz de un farol, distinguí, escondido detrás de una tupida barba, a Nestor, el tío de mi ex.

- ¡Esteban, querido! ¿Como estás, tanto tiempo? - aulló al tiempo que intentaba abrazarme.
- Eh... todo bien... todo bien... - dudé mientras intentaba que el fraternal abrazo se prolongara lo menos posible.
- ¿Qué hacés por acá, nene? - inquirió.
- Paseando un poco, Nestor ¿Y vos? ¿No te habías ido a Puerto Madryn?
- Sí, sí... estuve un tiempo en Madryn, pero no había buen laburo, así que me vine para acá. Saqué la cédula de embarque y estoy laburando de pescador.

Mili se había retirado unos pasos hacia atrás, escapándole a la luz del farol. La busqué con la vista, como para cumplir con la mínima cortesía de presentarlos, pero la distinguí en la penumbra, haciéndome señas con la cabeza de que ni se me ocurriera.

Improvisé una excusa insulsa para que Nestor volviera a su barco sin entretenerme más y continué mi caminata, a la luz de la luna, abrazado a mi chica.