No podíamos parar de reírnos. Llegó un punto, inclusive, en que abandonamos la mano de póker sin terminarla, sin resolverla, sin importarnos quién ganaba, nada más que para escuchar a Jorge contar el diálogo que había tenido con su ex.
El mediodía lo encontró esperando en Florida y Lavalle, cuando lo sorprendió el celular:
Teresa (la ex): Mirá, sé que hemos tenido desencuentros, pero creo que esta es la oportunidad que buscamos. ¿Por qué no te venís esta noche a casa, a cenar conmigo?
Jorge: Me gusta que hablemos así, con franqueza, que volvamos a intentarlo.
Teresa: Bueno... te espero como a las nueve... uy, a ver... esperame un segundo, que me están tocando timbre, no cortes.
Y mientras Teresa atendía al sodero, que tocaba timbre, y Jorge esperaba en línea, contoneando las caderas por Lavalle apareció Rosa, enfundada en una minifalda celeste, con tacos altísimos y una remerita minúscula, según la detalladísima descripción de Jorge.
Al acercarse y aún antes de saludarlo, le susurró al oído: "Tengo puesta la ropa interior que me regalaste... ¿Vamos al telo?".
Pero antes de que mi amigo pudiera reaccionar, su ex apareció nuevamente en línea:
Teresa: Bueno... ¿Nos vemos esta noche, entonces?
Jorge: No, mejor no. Mejor andate al carajo.