Hace unos días me pasó algo un tanto inusual. Era casi medianoche y estaba trabajando en casa, cuando me llegó un mensaje de texto de un celular que desconocía. "Gracias, yo le aviso a Karina", decía. Estuve a un segundo de ignorar el mensaje. Pero de algún lado se me escapó el buen samaritano. Pensé que, si no le advertía al remitente que había mensajeado al número equivocado, quizás se perdiera información valiosa.
El "diálogo", por llamarlo de alguna manera, que siguió tuvo ribetes por lo menos exóticos y al borde de lo bizarro:
YO: Disculpame, me parece que este mensaje no era para mí.
ELLA: Uh. Kien sos?
YO: Esteban. ¿Y vos?
ELLA: Marta. Te konosco?
YO: Me parece que no, que metiste mal los dedos.
ELLA: Jijiji. Perdona, Esteban.
YO: No hay problema.
ELLA: Kuantos anios tenes?
YO: 36
ELLA: Yo 30. Donde bibis?
YO: Capital.
ELLA: Aa... Yo en Lanus. Sos soltero?
YO: ¿Eh?
ELLA: Ke si tenés nobia
YO: Más de una.
ELLA: Jajajajaja. Yo soy casada, pero me yebo como el kulo con mi marido.
YO: Me lo imaginé.
ELLA: Y komo te imaginastes?
YO: Porque, si estuvieras bien, no estarías mandándome mensajes a mí, un completo desconocido que tranquilamente podría ser un asesino serial.
Se debe haber asustado, porque no escribió más.