Hacía rato que Nachito nos hablaba de Lu, sin que supiéramos del todo bien si se trataba de Lucrecia, Luciana o Luis Alberto. Pero se lo veía casi como involucrado en una relación que parecía exceder la mera amistad, por lo que -seguramente un poco por miedo- lo dejamos ser. Además, era reconfortante ver cómo se le iluminaba la mirada cada vez que mencionaba a Lu o cómo se le almibaraba la voz cada vez que un llamado de Lu al celular interrumpía nuestra partida de pocker.
Guille, ligeramente homofóbico, por mucho que se esfuerce en ocultarlo y parecer políticamente correcto, insistía por lo bajo en que, seguramente, se tratara de un fisicoculturista llamado Luciano o de un profesor de salsa llamado Luis.
Hasta que un día, quizás en una de esas situaciones a las que llamo "casualidad premeditada", pasó por casa a buscar unos libros que había prometido prestarle y "justo" estaba en el auto Lu.
Una sola cosa puedo decir al respecto: pocas veces había visto tetas así de grandes.