Hacer pis duele. El roce de los calzoncillos arde. Encima, vas a la guardia y te atiende una mujer. Tomar una muestra, a punta de isopo, para mandarla al laboratorio, es una tortura de un grado de dolor francamente indescriptible. Esperar 24 horas a que el laboratorio te dé los resultados es una eternidad aletargada y pastosa, una ansiedad con cuentagotas.
Pero, bendita sea la Azitromicina, que en unas tremendas pastillotas de un gramo, elimina todo rastro de la infección en unas 72 horas.
Lo único que queda, después del tratamiento médico, es LA GRAN PREGUNTA:
¿Y cómo le digo que me pegó una venérea?