"Lo que haces es muy bueno, pero le falta un poco más de criterio comercial", me dijo mirándome desde sus profundos ojos azules, desde el otro lado de un escritorio demasiado grande para una mujer bastante pequeña, "pero le tengo fe; con algunos ajustes, podría funcionar".
Jerry Seinfeld dice que una cita es algo así como una entrevista laboral, sólo que en la entrevista hay menos chances de terminar desnudo. Sin embargo, pasar por una entrevista laboral con una mujer atractiva, que además conoce el oficio y tiene el carácter para criticar mi trabajo, me provocó un sólo pensamiento: terminar desnudos.
Automáticamente bajé la vista. Pero no era vergüenza. Buscaba las manos. Quería verle los dedos. Y no, no es algún tipo de fetichismo, aunque pasaron unos segundos hasta que me di cuenta de por qué curioso camino pretendía llevarme mi subconciente. Estaba verificando si llevaba o no un anillo de casada.
Me asombré de mí mismo. No tanto por el comportamiento de vieja chismosa como por el hecho de que mi cerebro, por su propia cuenta y sin acto de conciencia de por medio, se había encendido algunas alarmas ante esta mujer que -si todo salía bien- podría acabar siendo mi jefa. Hacía tiempo que no estaba tan alerta y eso me hizo sentir joven.
Y no. No tenía anillo