032 - Te la regalo

Mi ex tiene una obsesión con los regalos útiles. Valeria es la típica mina que pregunta, ante cualquier ocasión que amerite un obsequio, "qué necesitás". Ella es el tipo de persona capaz de, por ejemplo, entre cumpleaños, navidad, reyes, día del padre y aniversario de bodas, renovarte por completo el guardarropas. Es la que regala kits de herramientas, enseres de cocina (y hasta algún pequeño electrodoméstico, inclusive) y ropa. Mucha ropa, "que nunca viene mal", en sus propias palabras.

Yo, que en el fondo tengo una mentalidad profundamente infantil, regalo hermosas inutilidades a todo el mundo. Pero no es un mero capricho pueril. Hay toda una convicción respaldando esto.

Soy un convencido de que las cosas útiles, las cosas que uno realmente necesita, las termina forzadamente comprando, de una u otra manera, aún cuando no tenga un mango. Por eso, para mi el regalo es, justamente, la ocasión perfecta para hacer un regalo personalísimo.

No algo que el otro pueda usar, sino algo que pueda disfrutar.

Mientras Valeria regala billeteras, bufandas y multiprocesadoras, yo soy el que compra discos, libros y jueguetes (y no hablo sólo de los niños). Mi ex, al buscar un presente, trata de cubrir una necesidad concreta, como si fuera una especie de Santa Claus de los Planes Trabajar. Yo busco el regocijo personal del agasajado. Pago por ver la cara de Martín, cuando era chiquito, abriendo mis paquetotes de juguetes (siempre fui un muy buen regalador de juguetes, por una sencilla razón: los compro como si fueran para mi). Y me quema en el cuore cuada vez que recuerdo su cara cuando abría un regalo para descubrir que la madre le había comprado calzoncillos.

Esta diferencia tan radical generó, en el tiempo que duró nuestro matrimonio, trillones de peleas. En una época, creímos haberlo resuelto en forma pacífica: "vos le regalás a los tuyos y yo a los míos" parecía una división bastante razonable, que le daba carta blanca a ambas partes para hacer lo que les viniera en gana, al menos con sus parientes y amigos.

Por supuesto, el conflicto seguía existiendo cuando se trataba de regalarle a "los nuestros": los chicos. Así, hemos llegado al absurdo de duplicar regalos de Navidad, por la sola imposibilidad de ponernos de acuerdo.

Pero el colmo de su obsesión con los regalos útiles -y que marcó un hito en el camino hacia el divorcio- fue el día que me cambió un regalo.

Era el cumpleaños de mi amigo Jorge. Ya Valeria me había hecho notar que Jorge andaba con un jean todo rotoso y que era evidente que necesitaba uno nuevo. "No, Vale, no le voy a regalar un puto jean", respondí enojado a la insinuación número mil, "si lo necesita, que se lo compre... yo sé que el quiere la nueva edición en DVD de 'Dirty Dozen', director's cut, y se la voy a compar".

El día del cumple en cuestión, salíamos hacia la fiesta cuando, al subir al auto, noté que me había olvidado el regalo en casa. Con un grito le pedí a Valeria que, cuando saliera -siempre un par de minutos tarde- lo trajera. Salió contenta, con un paquete en la mano.

Al desenvolverlo en casa de Jorge, era un jean.