"¿Cómo que te querés coger a Rosa?", ahullaba Valeria a otro lado del teléfono. Por unos segundos, mi cerebro se bloqueó. Sentí el reloj de arena dando vueltas delante de mis ojos, como cuando a una computadora le cuesta procesar toda la información. Para cuando volví a la realidad, palabras como "cretino", "degenerado" y otras no tan aptas para damas y menores me retumbaban en la cabeza.
- ¿Pero de dónde sacaste eso, ridícula? - grité para imponerme por sobre su parloteo.
- ¡Ella me lo dijo, canalla!
- ¿Ah, sí? ¿Y qué más te dijo?
- ¿Qué más? ¿Querés saber qué más? - Valeria parecía tomar carrera para una nueva embestida - Me dijo que se cansa de sacar pelos de mujer del desagüe de tu ducha, que se cansa de sacar bolsas y bolsas de basura con botellas de cerveza vacías, que tu departamento huele a porro y perfume de mujer berreta, que el perro está más flaco porque no le das de comer.
- Ah, bueno. Veo que tu mucama y vos tienen muy buena comunicación. Hablás con ella más de lo que hablabas conmigo cuando estábamos casados.
- ¡Sos un delincuente, te querés voltear a MI mucama! ¡Te voy a denunciar, hijoeunagranputa!
- ¿Denunciar? - y ya no pude evitar la carcajada - Mirá, querida: soy un nene grande, me garcho a quien me da la gana. Y si tenés algún problema, hablalo con mi abogado.
Me di el inmenso gusto de cortarle y de no volverla a atender.
Luego habría tiempo para ajustar cuentas con Rosa.