"Es el cumple de Guille y no tengo ganas de ir", le dije a Mili, por chat. Había tenido una semana horrenda y, la verdad, sólo quería quedarme en mi casa a vegetar y mirar episodios viejos de Star Trek. Pero ella preguntó distraídamente por la fecha, lugar y hora del evento. Se tomó unos minutos -supongo que para hacer algún tipo de cálculo- y, finalmente, disparó en mi monitor una frase. Una sola frase que haría que me olvidara de que, en los últimos tres días, había peleado con Valeria por cuestiones de guita, había castigado a Martín por no ponerse a estudiar matemática -que se la llevó a Marzo- y se había pinchado una oportunidad importante con una editorial.
Mili escribió:
"No vas al cumpleaños de Guille:
VAMOS al cumpleaños de Guille,
voy para allá".
Y me cambió la tarde. Y me cambió la semana.
Y, dos noches después, me cambió la vida.